Cuando miro nuestro gallinero, este peque ño gran logro de este año que alegra nuestro jardín, es como si nuestro Krisol vellet estuviera presente; el corazón sonríe y se llena de la fortaleza de su historia.
La presencia de gallinas de nuestro vecino en nuestro Krisol vellet fue para varias maestras de Krisol una señal que decía: “éste es tu lugar”… y posiblemente para varias de las familias que pasaron o que siguen formando parte de él también. Hoy un trocito de nuestro Krisol vellet nos acompaña cada día.
Hoy lucen en la entrada de nuestro gallinero la humilde puerta y cartel que antiguamente nos daban la bienvenida a nuestro hermoso paraíso en Can Botey y que hoy nos recuerda que las pequeñas cosas cuidadas con amor, ternura, humildad y templanza, pueden brillar y también hacerse grandes sin perder esos dones que maestras y familias cuidan con respeto y gratitud. ¡Qué hermoso es este quehacer que compartimos día a día! ¡Gracias por hacerlo posible!