Por Noemí Abril e Israel Álvarez (madre y padre de Noa y Leo)
Durante estas dos primeras semanas de confinamiento a causa de este bichito insolente (como lo bautizó Tamara Chubarovsky en su cuento) nos hemos visto haciendo un homeschooling forzoso que a su vez ha resultado ser satisfactorio, disfrutando de nuestros hijos de un modo más intenso que nos ha brindado la oportunidad de desarrollar nuestra capacidad de imaginación. Como padre y madre de una niña de 8 años en 2o de primaria y un niño de casi 5 en el jardín de infancia, hemos seguido manteniendo el saludable håbito de ir a dormir aproximadamente a la misma hora y despertarnos también pronto pero sin reloj ni prisas.
Cabe destacar que somos afortunados al disponer de una casa con un pequeño jardín que nos ha facilitado mucho las cosas, a parte del hecho que nuestros hijos se han tenido el uno al otro como compañeros de juego, pese a que algun momento surgían conflictos y se creaba la necesidad que cada uno tuviera también momentos de soledad y juego individual.
Nuestros hijos han participado de forma más activa en las tareas domésticas, ordenando sus juguetes, preparando y recogiendo la mesa, limpiando, etc. Nuestra hija mayor, Noa, ejerce un buen modelo de ejemplo a imitar para Leo y cuando por la mañana empezábamos con la parte rítmica que hacen en primaria al empezar el día, Leo participaba de forma espontánea recitando versos o cantando canciones. Hemos intentado buscar actividades que atrajeran a ambos para equilibrar sus demandas como hacer un circuito deportivo en el jardín, modelar arcilla, dibujar y pintar con acuarelas, hacer un teatrillo, en fin, desplegando la creatividad de toda la familia.
Lo cierto es que estos años en Krisol nos han servido para asentar la importancia del ritmo, de alternar momentos de expansión y recogimiento, y estamos agradecidos por ello, y aún más por los consejos y pautas de nuestras queridas maestras que nos han ayudado a llevar estos momentos con aceptación y serenidad.