Normalmente se piensa que la imagen es un concepto visible, tangible e incluso material, pero en realidad queremos hablar en el sentido de un reflejo anímico. Tiene que ver con aquello que, del mundo, yo puedo reflejar y transformar en mi interior.
Podemos experimentar que un mismo evento o una imagen visible es diferente en su percepción para cada individuo, es decir, la imagen es individual. Una cosa es describir una imagen y otra es la creación interior que yo haga de ella.
Como maestros hacemos todo el esfuerzo por educar a los niños de una manera tal que puedan dar respuesta a las exigencias de las generaciones futuras. En este sentido buscamos el bienestar individual de los niños, pues independientemente del futuro que venga, el niño necesita una fuerza interior para enfrentar los desafíos del mundo, pero ¿cómo se puede fortalecer el alma?
En los primeros 7 años el niño necesita toda su fuerza para desarrollar su cuerpo para hacerlo realmente suyo e independiente de la herencia de sus padres, a través de la imitación al adulto, desarrolla en sus manos el hacer, el andar, desarrolla el habla y el pensar. La imagen principal en estos 7 años es el modelo del adulto.
El niño modela su cuerpo según las actividades de los adultos, después las fuerzas formativas se liberan para modelar la vida del alma y su individualidad.
¿Qué calidad de imágenes necesita entonces?
Imágenes vivas, no estáticas o sin cambios.
El maestro debe buscar imágenes que se transformen, el modelo a dar es la posibilidad de transformar imágenes, la posibilidad de transformarse.
Todas las imágenes deben transformarse en el interior del maestro para luego darlas al niño, y ahí es cuando tiene sentido, pues esto conlleva autoridad ya que garantiza que la imagen que doy al niño sea beneficiosa para su desarrollo y su alma.
Para los niños mayores las imágenes tienen también un elemento pensativo, cada uno tiene una capacidad individual para la creación de imágenes, cada uno puede decir cuán clara u oscura se crea esta imagen. La imagen interior se hace hasta donde podemos, no hay crueldad, en cambio sí en las imágenes exteriores o pantallas, donde no hay filtro.
El hecho de que la pedagogía Waldorf de un valor fundamental a la imagen para el alimento del alma es más actual ahora que en 1919, ya que ahora tiene un valor terapéutico debido a la influencia de medios electrónicos, dispositivos y pantallas que actúan directamente sobre la voluntad, en el desarrollo de los órganos y los sentidos; atrofiando una evolución sana desde la vivencia tanto externa como interna del mundo.
Una imagen llega a ser sanadora; de ahí la importancia que se le da a los cuentos y narraciones en el ámbito pedagógico. Las imágenes que nos aportan los cuentos, por ejemplo, pueden llegar a acompañar y transformar situaciones o comportamientos, transformarnos y vivir en nosotros en silencio, y surgir en un momento determinado para fortalecernos.
Hasta los 6-7 años, y se puede decir que hasta los 9 años, los niños están entregados profundamente a todas las vivencias en su entorno. Todas estas vivencias actúan en su interior, ejerciendo una influencia sobre sus funciones y estructuras orgánicas que están en desarrollo. Todos los procesos, buenos o malos, positivos o negativos actúan en el organismo físico del niño. Aún no es capaz el niño, conscientemente, de captar las cosas porque su cerebro está todavía en desarrollo, sus órganos aún se están configurando según las experiencias sensoriales. Tener claridad al respecto nos dará una pauta a la hora de contar y escenificar cuentos para ellos, debemos tener en cuenta qué imágenes proyectamos a través del habla, de nuestra presencia, para que se proyecten en su interior de una manera armónica y saludable.
GABRIELA (MAESTRA ROURE, MADRE DE FIDEL)
Octubre 2020