Michal cree que en su búsqueda de la autenticidad siempre gana algo. En su conferencia, cita al poeta místico sufí Rumi: hay cientos de formas de arrodillarse y besar el suelo. Según Michal, esto resume a la práctica la pedagogía Waldorf: no copiar nada, sino abrir nuevos caminos hacia el futuro.

En mi investigación de artículos inspiradores sobre la pedagogía Waldorf encontré esta preciosa ponencia de una sabia maestra Waldorf israelí Michal Ben Shalom en el Goetheanum durante el X Congreso Mundial de Maestros Waldorf 2016. Y dice así:

Les voy a contar la historia de un gran viajero; uno de los grandes viajeros de la naturaleza: el salmón.
Los salmones nacen en arroyos de agua dulce, en la parte alta de los ríos, muy arriba, y cuando son jóvenes, alevines, se quedan durante unos tres años en estos sitios remotos. ¿Un tiempo? Un lugar, más bien: nunca lo olvidarán. Un lugar de infancia que estarán obligados a recordar para siempre, hasta el fin de sus vidas.

Cuando están preparados, nadan grandes distancias río abajo, deslizándose por las cascadas, como si cabalgaran sobre las olas de las aguas que fluyen hacia abajo poderosamente, bajando hasta el océano. Después de este lúdico viaje de juventud, se paran en la desembocadura de los ríos, sólo un ratito, para poder adaptar su sistema corporal al agua salada. Cambian lo que necesitan cambiar y…¡allá van!

Pasarán los cinco años siguientes en el oceáno profundo, frío y a veces extremadamente tormentoso, con las ballenas y las focas, las gaviotas y las águilas de mar: los “grandes”.

Pero, cuando están listos para la puesta de huevos, cuando quieren procrear, o sea, crear el futuro, empieza la carrera del salmón. Miles y miles de salmones viajan desde las bahías hacia los ríos de Canadá y de Alaska para hacer su camino de vuelta a casa. Recordando el lugar exacto en el que nacieron, llegan a la desembocadura del río que dejaron cinco años atrás y se preparan, adaptándose de nuevo; esta vez, para el cambio de agua salada hacia agua dulce. La investigación demuestra que todos se acuerdan. ¡Sus cuerpos saben exactamente cómo orientarse para regresar al arroyo al que pertenecen! Su olfato les guía de vuelta hacia su lugar de origen. Quizás les ayude la magnetorrecepción, pero parece que su olfato es su mayor astrolabio durante el recorrido.

En este punto, cuando se reúnen en la desembocadura del río y se preparan para obrar este milagro (el cambiar de agua salada hacia agua dulce, por segunda vez) ¡arriesgan muchísimo! De hecho, lo arriesgan todo. ¡La vida! Es un momento muy vulnerable. Se convierten en presa para los osos, que les están esperando, para las bandadas de gaviotas y las águilas de cola blanca, los pescadores; hay muchísimos por todas partes. Y ya son bastante viejos, su salud se deteriora, sus cuerpos están llenos de las cicatrices profundas que han dejado las luchas con los depredadores en mar abierto. Llevan signos de la edad… pero sin embargo allá van, obligados por la antigua llamada de la naturaleza, la existencia, la vida misma, y protagonizan una de las mayores maravillas de la naturaleza: la carrera del salmón.

Contra todo pronóstico, se lanzan, ¡contra la corriente! ¡Río arriba! Contra los raudales, las poderosas y salvajes corrientes, contra cascadas muy altas. Algunos se enfrentarán a un viaje de 20 km hasta el nacimiento de su río; otros, en el Yukón, por ejemplo, harán un viaje de 2000 km río arriba, con muchísimas cascadas que superar. Se arriesgan durante todo este trayecto hacia arriba para proteger a la siguiente generación, o sea, el futuro. Lo arriesgan todo sólo para poner sus miles de huevos allí donde saben que las posibilidades de supervivencia de los más jóvenes son mayores.

Nadan contra el enorme poder del agua, huyendo de depredadores y evitando a los pescadores. Se empujan corriente arriba, y cuando llegan a la cascada, la rodean por debajo durante un rato y, cuando encuentran el sitio adecuado, hacen lo inconcebible: ¡vuelan! Saltan hacia arriba, casi verticalmente, hacia el punto más alto de la cascada, y a veces lo consiguen; otras no; les arrastra la corriente de nuevo hacia abajo, prueban otra vez, fracasan de nuevo, fracasan un poco menos, y así sucesivamente.

Es difícil imaginar que una criatura pueda nadar contra un agua con tanta fuerza, y ya no digamos que pueda elevarse varios metros hacia el cielo cada vez… ¡pero lo hacen! Continúan, con determinación, siguiendo un impulso profundo tanto de supervivencia como de renovación.

No es de extrañar que muchas personas, adultos y niños, acudan cada año a la cita para presenciar este evento tan conmovedor. Debe ser el reflejo de una imagen muy poderosa para el alma humana, como si de un secreto vital se tratara.

A lo largo de este viaje tan atrevido, los salmones alimentan a los osos y a los pájaros que se esperan para cazarles. Sólo 2 de cada 6 salmones llegarán a la meta del viaje. Los demás alimentarán los habitantes del bosque y de la tundra. La investigación muestra cómo la vegetación y los animales, la flora y la fauna próximas a los nacimientos de los grandes ríos en cuyas gravas los salmones ponen sus huevos, son sorprendentemente ricas en minerales ¡que sólo se pueden encontrar en las profundidades del océano!

Entonces, podemos decir que la migración del salmón y su aguante increíble actúan a modo de mensajeros, suministran sustancias y conocimientos desde las profundidades a las alturas, desde lugares oscuros a la luz abierta. Permiten el ciclo de la vida gracias a su determinación y perseverancia. Y contra todo pronóstico.

Bueno, me parece que no hay mucho más que decir. Es una obra maestra de la naturaleza, ¿verdad? Perseverancia, aguante, responsabilidad, confianza, superar las resistencias, recuerdo claro del lugar de origen y valentía, muchísima valentía.”

Me quedo con esta primera parte de la ponencia que me parece un tesoro a recordar e integrar y os recomiendo totalmente que os leáis el resto de la ponencia (dejo el enlace al final): palabras que brotan del corazón, del sentir de una alma conectada a la esencia, al origen, al amor por la vida.

Una vez más agradezco profundamente que nuestros hijos e hijas crezcan con este contacto diario con la naturaleza: enraizándose en la tierra (jugando con el barro, en el trepar diario a los árboles, el cuidado de las gallinas, de su huerto, de animalejos heridos, en la descubierta constante de su patio- bosque) y conectados con el cielo (con el canto diario del espíritu en sus corazones, en el pan, en las canciones, en la acuarela, en la mirada cuidada a cada Ser) viviendo el amoroso ritmo de la naturaleza con todos sus ciclos.

A mis 42 años, iniciando un nuevo septenio, no me queda ya ninguna duda de que la Tierra es nuestra gran madre, la que nos devuelve a nosotr@s una y otra vez; nos inspira, nos enseña, nos susurra al oído el camino. Enterrando los pies en la tierra ahora en primavera iniciando un nuevo ciclo puedo sentir la calma y conectar con la confianza en esta fuerte crisis que vivimos como humanidad. Puedo sentir fuerte su llamado a volver a ella como forma de regreso a casa. Y en mi cuerpo inmerso en el mar, escucho su latir, como si estuviera de nuevo en el útero de mi madre.

Gracias Michal por recordarnos la historia de los salmones, una historia más de la fuerza de la Naturaleza y del recuerdo de que, como seres vivos, recordamos nuestro lugar de origen. Y que nosotr@s como seres humanos regresando a nuestro origen estamos salvad@s, como los salmones.

Sólo tenemos que escuchar: parar y escuchar profundo.

https://www.waldorf- resources.org/es/una-sola-vista/rio- arriba-un-viaje-hacia-la-autenticidad

CATALINA (MADRE DE LILA Y ARAN)

Mayo 2021

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